miércoles, 25 de marzo de 2009
CIUDAD Y MEMORIA ENTRÓPICA Lizette Zaldívar Larrañaga (Cd. de México)
“La ciudad es un espacio político en el que los hechos más relevantes establecen y evidencian la memoria y los hábitos colectivos”.
Peter Krieger
Juzgar al DF, a los conductores y transeúntes como seres agobiados por el caos, el tráfico, los tumultos y la inseguridad reduce significativamente la esencia simbólica, que en las grietas, rastros, o en la propia herencia genética subsiste a pesar de lo efímera que suele ser la memoria. Está al desnudo el palimpsesto en el que se ha convertido esta ciudad, y sin embargo parecemos anestesiados, para no sentir el poder y la fascinación que produce la entropía del DF.
Esta ciudad es entrópica por excelencia, nebulosa, confusa y anticontemplativa. Si bien la ciudad es un medio a través del cual sus habitantes se conocen y reconocen, ¿qué sucede cuando en tal caos no puedes detenerte a contemplar tu propio reflejo? ¿Acaso en el DF nos hemos percatado de quiénes somos, quiénes fuimos y hacia dónde vamos?
A los habitantes del Valle de México nos cuesta entendernos y vernos, sin embargo, paradójicamente convivimos diariamente con nuestros propios reflejos de grandes edificios. No importa si es Polanco, Reforma, el Centro histórico, Neza o Santa Fe, nosotros y nuestras construcciones antiguas, nuevas o derruidas jugamos la partida de reflejos virtuales que impiden acercarnos a nuestro interior. Este juego sociocultural pienso que de alguna manera expresa simbólicamente nuestra desintegración y quizá nos hace pensar acerca de nuestra "modernidad trasnochada" y nuestras propias máscaras frente al acto “irreflexivo” de nuestros valores como habitantes de esta ciudad.
Espejos, reflejos, rostros, piedra, concreto, miseria, ruido, locura, contrastes, violencia, historia...
¿Quiénes somos los habitantes de la Ciudad de México?
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