jueves, 19 de marzo de 2009
D.F por citlally Rojo
A veces las ciudades de las que se habla no se localizan por el nombre sino por sus cuerpos.
Me pregunto si pensar qué densidad adquiere el cuerpo por y en el asfalto también es hablar de la ciudad de México. Con esto me refiero a cómo el cuerpo habitúa a comportarse según el lugar y el tiempo donde se mueve. Y no es que vaya yo a disertar sobre el tiempo filosófico, me refiero al tiempo en que se actúa. El momento en que ejecuto el más mínimo movimiento y le afecta directamente al transeúnte que está pegado a mi trasero en un vagón del metro en “hora pico”. El cuerpo aprende a moverse en un mínimo espacio saturado de personas y de prisas.
A veces el cuerpo pesa más en la soledad de una calle vacía que en la inercia de la ola humana que lo mueve al ritmo de las horas de llegada y salida de oficinas y escuelas.
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